Chanclas y calcetines…

Una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida cuando tienes hijos es dejarles hacer. A su bola. Sin filtros.

Te levantas por la mañana, con los ojos legañosos. Mariona se levanta, con los ojos legañosos también. Yo hago los bocadillos para el desayuno en la escuela. Pavo para Martí y fuet para Nil. Of course. Mariona les prepara la ropa. Toda. Menos los zapatos. Importante detalle tal como podréis comprobar en la foto adjunta. Ayer se fueron a dormir vestidos de superhéroes. Martí era Spiderman. Nil era Hulk. Para verlos. Para mearse de la risa. Teníamos a Spiderman y a Hulk durmiendo en casa.

Hulk se ha levantado exactamente igual que como se fue a dormir. Pero destapado. Spiderman me ha parecido que debe haber pasado un poquito de calor y se ha levantado en pelotas. Pero tapado. Son muy diferentes Martí y Nil.

Nil se ha levantado, como siempre, con una sonrisa pícara. «Nil, estás despierto? Hulk estás despierto?» Y sonríe. Para comérselo.

Martí tiene otro despertar. Algo más «estilo adolescente». «No, papá, tengo sueño. Un ratito más. Cierra la luz». Ya le conozco. Tarda 5 minutitos en ser encantador.

Se beben la leche. Martí deja un culito. Como siempre. Como su madre. Tienen hambre. Quieren galletas. «Papá, queremos galletas de chocolate. Las que sean pero de chocolate!». Se las doy. Hacemos el remolón un buen rato. Tenemos tiempo hasta que vamos a buscar el coche para dejarles en el autobús que los lleva a la escuela dels Dracs.

Salimos de casa. Bien de tiempo. Caminamos por la calle. Nos entretenemos un poco. Me giro. Les miro. Son guapos. Nil se ha puesto los calcetines por fuera de los pantalones. Calcetines de Navidad y chanclas de Minions. «Nilo, pero que haces con chanclas?». «Papaá no son chanclas, son zapatos agujereados y me gustan mucho.» No lo niego, los calcetines y las «chanclas» por separado, están bien, pero la mezcla no me acaba de convencer. Le miro a la cara. Está feliz. «Venga, tira!» Le digo. Y nos vamos al coche los tres.

Es el primer día que les acompaño este curso. Me gusta. Rutina. Nos esperamos a que llegue el bus. Como siempre. Llegamos temprano. Y tenemos conversaciones especiales. Profundas. O no. Y el bus llega. Saltamos del coche, les doy la bolsa. Les acompaño a la puerta:

Doy un beso a Martí. Me lo devuelve.

Doy un beso a Nil. Se lo borra. Hay cosas que no cambian. Me voy corriendo al otro lado del autobús. Miro a ver si me saludan desde las ventanas. Como el año pasado. Espero. No les veo. El bus se va. Se hacen mayores. Ya no necesitan verme a través del cristal antes de partir hacia la escuela:

Estoy contento.

Estoy triste.

Me pongo nostálgico. Y vuelvo a pensar en las chanclas y los calcetines de Nil y que un día no se lo querrá poner todo junto (espero!). Y ahora, lo disfruto.

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